Cuando terminamos de comer, al levantarnos para dar gracias, vuelvo distraídamente la cabeza y “veo” mis gafas sobre el mueble... ¡Yo tenia puestas las de sor Carmen! Ella ni se había enterado pero yo menos aun, solo veía borroso...Nos reímos un rato comentando lo que se “pierde con la edad”.
Pero como todo en la vida sirve para aprender, esta anécdota me sirvió para pensar que en cuantas ocasiones deseamos o envidiamos los bienes de los otros. Luchamos por conseguirlo y a veces por medios nada legítimos.
Aprendamos de una vez que lo que es bueno para los demás quizá no lo es tanto para mi.
Aceptemos nuestra vida y nuestra situación personal tal como es, con todo lo bueno y con lo menos bueno y si hay algo que cambiar (que siempre lo hay), que sea desde lo mas profundo de nuestro ser, no porque “el vecino” lo tiene y yo no, sino porque deseamos ser mejores personas, mejores cristianos. Solo así aportaremos un granito de arena a nuestra sociedad que tiene la mala costumbre de desear o que menos la conviene.
Que tengáis un feliz día y ...¡Cuidado con las gafas!