El domingo salí con dos chicos del grupo de Aspirantes a visitar a algunas personas.
Llevábamos un objetivo: convencer a un padre que lleve a sus hijos a la escuela”.
Llegamos a la casa... de paja, sin puerta, todo de barro. Muy pobre. La abuela estaba desgranando el neré y el padre estaba en el campo. Rápidamente nos vimos rodeados de niños alegres y risueños que reían a carcajadas al ver sus caras en la “foto” de la cámara digital. Para ellos los problemas no existen. Solo vivían ese momento y eran felices.
Todos en procesión nos fuimos al campo donde estaba trabajando el señor disfrutando de un paisaje magnifico. Le encontramos inclinado, quitando hierbas con el azadón (labor que no dejo prácticamente ni un momento durante la conversación)
Este señor, Mathieu, es viudo. Su esposa, Lakiandipoha, tuvo 12 hijos de los cuales solo le quedan 2.
Estaban viviendo cerca de Parakou, cuando uno de los hijos de unos 13 años, recibió una pedrada en la escuela y murió en el acto. La madre, en su desesperación, echó una maldición sobre los dos hijos que la quedaban vivos: Nunca jamás irían a la escuela. Al poco tiempo la mama murió de una corta enfermedad.
Mathieu se vino a Materi donde vive con los dos niños, Daniel, de 10 años y Donné de unos 8. Este último tiene polio en un brazo. Los niños son simpáticos y espabilados. Ellos no entienden muy bien por qué no pueden ir a la escuela. Están andrajosos y poco aseados jugando todo el día con sus amigos.
Dimos a Mathieu todos los argumentos que se nos ocurrían para convencerle. El hombre nos escuchaba al par que con su azadón quitaba hierbas y comprendía muy bien nuestro deseo pero dijo que hasta que los tíos maternos de los niños no hicieran una ceremonia para quitar el maleficio, él no enviaba a los críos a la escuela. No quería perder los dos que le quedan. Nos dijo que iría a verlos a ver lo qué deciden. Ya nos dirá algo pero que no insistamos. Mientras lo niños nos miraban y escuchaban sin decir una palabra, expectantes y ansiosos por ver en que terminaría la historia.
Nos volvimos a casa preguntándonos hasta cuando esta gente vivirá bajo el yugo de las costumbres ancestrales que les amarran a unas ideas preconcebidas y que les impiden crecer y ser libres. ¿Por qué tantos miedos?
Nosotros nos lo preguntamos muchas veces y no encontramos respuesta pero al final nos damos cuenta que nosotros “civilizados” estamos llenos de miedos escondidos y desconocidos aunque menos espectaculares pero que también nos impiden ser libres y felices.
Aprendamos de los niños que se miraban en la cámara, seamos felices en este momento, aquí y ahora y dejemos en resto en las Manos Providentes del Señor.
Que paséis un hermoso día. Ya os contare el final de la historia.
Un fuerte abrazo
Encarnación
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Llevábamos un objetivo: convencer a un padre que lleve a sus hijos a la escuela”.
Llegamos a la casa... de paja, sin puerta, todo de barro. Muy pobre. La abuela estaba desgranando el neré y el padre estaba en el campo. Rápidamente nos vimos rodeados de niños alegres y risueños que reían a carcajadas al ver sus caras en la “foto” de la cámara digital. Para ellos los problemas no existen. Solo vivían ese momento y eran felices.
Todos en procesión nos fuimos al campo donde estaba trabajando el señor disfrutando de un paisaje magnifico. Le encontramos inclinado, quitando hierbas con el azadón (labor que no dejo prácticamente ni un momento durante la conversación)
Este señor, Mathieu, es viudo. Su esposa, Lakiandipoha, tuvo 12 hijos de los cuales solo le quedan 2.
Estaban viviendo cerca de Parakou, cuando uno de los hijos de unos 13 años, recibió una pedrada en la escuela y murió en el acto. La madre, en su desesperación, echó una maldición sobre los dos hijos que la quedaban vivos: Nunca jamás irían a la escuela. Al poco tiempo la mama murió de una corta enfermedad.
Mathieu se vino a Materi donde vive con los dos niños, Daniel, de 10 años y Donné de unos 8. Este último tiene polio en un brazo. Los niños son simpáticos y espabilados. Ellos no entienden muy bien por qué no pueden ir a la escuela. Están andrajosos y poco aseados jugando todo el día con sus amigos.
Dimos a Mathieu todos los argumentos que se nos ocurrían para convencerle. El hombre nos escuchaba al par que con su azadón quitaba hierbas y comprendía muy bien nuestro deseo pero dijo que hasta que los tíos maternos de los niños no hicieran una ceremonia para quitar el maleficio, él no enviaba a los críos a la escuela. No quería perder los dos que le quedan. Nos dijo que iría a verlos a ver lo qué deciden. Ya nos dirá algo pero que no insistamos. Mientras lo niños nos miraban y escuchaban sin decir una palabra, expectantes y ansiosos por ver en que terminaría la historia.
Nos volvimos a casa preguntándonos hasta cuando esta gente vivirá bajo el yugo de las costumbres ancestrales que les amarran a unas ideas preconcebidas y que les impiden crecer y ser libres. ¿Por qué tantos miedos?
Nosotros nos lo preguntamos muchas veces y no encontramos respuesta pero al final nos damos cuenta que nosotros “civilizados” estamos llenos de miedos escondidos y desconocidos aunque menos espectaculares pero que también nos impiden ser libres y felices.
Aprendamos de los niños que se miraban en la cámara, seamos felices en este momento, aquí y ahora y dejemos en resto en las Manos Providentes del Señor.
Que paséis un hermoso día. Ya os contare el final de la historia.
Un fuerte abrazo
Encarnación